Prentsa Aretoa
2012/09/24
Euskal Jaia 2012
Este sábado 29 Laudio volverá a acoger una nueva edición de la Euskal Jaia
La sexta edición de la Euskararen Jaia ya está en marcha en Llodio con el propósito de reunir de nuevo a cientos de euskaltzales en torno al acto principal de la jornada, la comida que se celebrara en el pórtico de la iglesia o en el patio del instituto, dependiendo del número de comensales que se animen a participar en la fiesta. Los tickets estarán a la venta hasta el día 25 de septiembre en el euskaltegi de AEK por ocho euros para los adultos y tres para los niños. El programa se prolongará durante todo el día y comenzará a mediodía con juegos infantiles en la plaza. Media hora más tarde, comenzará un curso de patinaje para adultos y niños en la plaza Aldai que se prolongará durante toda la mañana. A esa misma hora, comenzará una kalejira con «cuatro columnas» en representación de los cuatro barrios históricos de Laudio; Larrea, Goienuri, Larrazabal y Olarte. A la una, se representará la elección tradicional del alcalde en la plaza y durante toda la mañana habrá trikitixas, batukada, coros y zanpantzar. Por la tarde, el grupo Erdizka Lauetan actuará en la plaza Aldai y a las nueve, el grupo Honat pondrá fin a la fiesta con una romería en la Herriko Plaza. Modelo Desde el año pasado, la Euskal Jaia llodiana recuperó la normalidad después del plante que protagonizaron las cuadrillas en el año 2010 porque «el modelo usado para organizar la fiesta ha sido el peor y el programa preparado el más cerrado posible: se le ha restado importancia a la elección del alcalde, la comida se ha reducido a la mitad y el precio se ha duplicado. Cada día tiene un aspecto más privado». Las cuadrillas optaron por organizar un programa alternativo en esa fecha en protesta también porque se hubiera limitado el aforo de la comida a 400 personas, que también entonces se celebraba en el patio del instituto. Uno de los actos fundamentales de las fiestas es la elección del alcalde, una práctica documentada en 1341. El llamamiento a los vecinos se hacía mediante un repique de campanas que iba reproduciéndose de cerro en cerro para que todos los residentes en las cuatro cuadrillas del valle se reunieran en Basalarrina, un espacio situado junto a la iglesia. Los vecinos elegían entonces al alcalde y el señor de Llodio nombraba a otro regidor, que asumía la representación exterior de la localidad. Los residentes también designaban al responsable de defender a la localidad frente a las instituciones provinciales, así como a las personas encargadas de controlar los montes, además de al alguacil, que debía ejecutar los mandatos de los primeros ediles. La elección se dejaba al azar. Cada bando político, gamboínos y oñacinos, escribía el nombre de la persona que deseaba como representante. Cada uno de los papeles se introducía en un cascabel y, después, en un jarro. Un niño se encargaba de extraer uno para seleccionar al representante municipal.
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